Es
indudable
que
el
Caserío
de
Triana
se
originó
apoyándose
en
la
primitiva
alquería
almohade,
que
en
aquella
época
era
un
espacio
cerrado
por
el
río
y
el
gran
foso
defensivo
de
la
Caba.
En
él
y
sobre
una
superficie
de
unas
500
aranzadas
(—
3.750
m
2
),
que
se
une
con
Sevilla
sólo
por
el
cordón
umbilical
del
puente
de
barcas,
da
fruto
el
olivar
y
se
desarrollan
los
cultivos.
Como
se
inicia
tras
la
Conquista
la
metamorfosis
del
lugar
es
algo
que
quizás
podamos
explicarnos si nos fijamos en dos puntos singulares del recinto.
Uno
de
ellos,
el
Altozano,
que
como
acceso
al
puente
de
barcas
fue
y
seguirá
siendo
durante
siglos,
el
enclave
al
que
concurren
las
rutas
que
llegan
a
Sevilla
por
Poniente.
Para
defender
aquel
puente
se
construyó
la
gran
fortaleza,
y
en
su
entorno
y
a
su
amparo
se
sitúa
la
almona
y
se
cobija
la
población
hortelana
y
alfarera.
El
segundo
el
Puerto,
en
el
extremo
Sur
de
la
alquería
y
cercano
a
la
otra
fortaleza
o
torreones
defensivos
que
se
enfrentan
a
la
Torre
del
Oro.
El
río,
entrada
y
salida
de
un
preponderante
comercio
con
el
Magreb,
concentra
en
este
punto
gran
parte
del
movimiento
portuario.
Una
antigua
colonia
de
pescadores,
unos
incipientes
astilleros
—donde
se
faenan,
reparan
y
construyen
embarcaciones—
y
una
apreciable
población
componen
su
entorno.
Habría
que
señalar
un
tercer
punto,
no
como
tal
sitio,
sino
como
extensión
a
lo
largo
de
la
orilla
del
río
ocupado
por
las
actividades
que
éste
genera y que en realidad enlaza a los dos anteriores.
Triana del Recuerdo
Grabado de Ambrosio Brambilla (1585)