La
explotación
del
olivar
y
los
cultivos,
la
del
puerto,
la
fabricación
del
jabón
y
las
ancestrales
prácticas
de
la
pesca
y
la
alfarería,
son
ahora
seguidas
por
los
cristianos,
pero
con
un
cometido
distinto.
La
alquería
pierde
lentamente
su
carácter
y
alrededor
de
los
núcleos
citados
y
en
razón
de
sus
características,
se
potencia
el
comercio,
la
artesanía
y
una
primitiva
industria,
para
luego
más
tarde
extenderse
buscando
el
contacto
entre
ambos
extremos.
Lógicamente
aparecen
viviendas
como
necesidad
ineludible
de
los
que
allí
se
han
establecido,
rodeando
preferentemente
los
lugares
de
trabajo.
Mientras
tanto
sobre
los
cultivos
existentes
Alfonso
el
Sabio
ha
establecido
una
puebla
—Puebla
de
Triana—
que
permanece
durante
siglos
como
un
aparte
de
los
núcleos
habitados.
Con
respecto
a
la
importancia
de
estos
obsérvese
que
cuando
se
erigió
Sta.
Ana
hacia
1280
(Ortiz
de
Zúñiga)
se
hizo
sobre
una
zona
alta,
pero
también
en
el
centro
geométrico
de
la
distancia
que
mediaba
entre
aquellos, como si se hubiese de dar satisfacción de proximidad a ambas partes.
La
tendencia
de
los
núcleos
a
unirse
ocasiona
sendas
paralelas
al
río,
que
con
otras
perpendiculares
de
los
caminos
que
las
cruzan
son
el
fundamento
de
la
red
viaria
del
Arrabal.
Las
huertas
y
espacios
libres
que
median
entre
las
escasas
edificaciones
se
van
cubriendo
con
nuevas
casas
y
se
van
precisando
las
calles
con
un
trazado
simplista
pero
eficaz,
hasta
conseguir
el
conjunto
urbano que sería Triana.
Paralelamente
a
estos
hechos,
el
desarrollo
del
Caserío
se
ve
afectado
por
una
serie
de
factores
que
condicionan
su
evolución,
y
que
por
no
ser
objeto
de
esta
exposición
no
entramos
en
ellos,
aún
cuando
si
hemos
de
significar
la
especial
influencia
que
con
independencia
de
los
núcleos
primarios
tienen,
el
antiguo
Barrio
de
San
Sebastián,
la
Iglesia
de
Sta.
Ana,
Sta.
Catalina,
los
Tejares
y
la
Cartuja
de
las
Cuevas
conjuntamente
con
toda
una
serie
de
ermitas que circundan el recinto.
Triana del Recuerdo