mundo maravilloso que le enseñó a querer a Triana y a su Virgen de la Esperanza.
Mi
calle
Larga,
mi
calle
Pureza
—,
la
«alamedilla»,
mi
Virgen
de
la
Esperanza
qué
más pue
do decir...
Hasta
los
trece
años
pasa
su
vida
alegremente,
qui
zás
como
un
hijo
de
papá
para
el
que
no
existían
preo
cupaciones,
pero
a
esta
edad
comienza
a
plantearse
su
futuro.
No
quiere
estudiar,
no
sirve
para
estudiar
y
por
fin
se
decide
a
entrar
de
aprendiz
con
el
famoso
joyero
Pedrique.
A
aquella
joyería
situada
en
la
calle
Jesús
del
Gran
Poder
acuden
la
Infanta
Mª
Luisa
y
el
Infante
D.
Carlos
y
toda
la
nobleza
sevillana;
cerca
na
a
ella
se
encuentran
también
las
Irlandesas,
el
co
legio
de
sus
hijos.
Años
felices
de
aprendizaje,
de
co
nocimientos
y
de
relaciones,
pasan
para
Fernando;
to
do
un
mundo
del
pasado
que
el
recuerda
con
cariño.
Con
los
años
se
hace
un
experto
joyero
y
de
sus
ma
nos
de
artífice
salen
obras
de
verdadero
realce.
Y
su
tiempo
libre
para
la
Hermandad, para la Esperanza trianera en la que tiene puesto todos sus afanes.
Por
entonces
vestía
a
la
Virgen
el
famoso
trianero
José
Percio
y
un
día
estando
ambos
en
San
Jacinto
cri
ticando
el
atuendo
de
la
Imagen,
aquél,
ya
viejo,
le
di
jo
—Mira
Fernando
desde
ahora
la
vas
a
vestir
tú...
y
así
ya
van
42
años
en
los
que
sigue
cumpliendo
este
menester.
Nunca
se
dio
en
Sevilla
persona
alguna
de
dicada
tanto
tiempo
a
esta
labor.
A
través
de
los
años,
él
no
se
ha
limitado
sólo
a
vestirla,
sino
que,
con
su
peculiar
manera
de
hacer,
ha
infundido
a
la
Imagen
su
propia
personalidad.
Desde
niño
siempre
había
con
siderado
que
se
la
arreglaba
de
forma
inadecuada,
lo
que
a
su
juicio
le
restaba
forma
y
expresión
y
él
quería
animarle,
darle
vida;
que
la
Esperanza
fuera
el
fiel
re
flejo
de
Triana.
La
caída
de
las
ropas,
el
vuelo
del
manto,
el
pectoral,
la
colocación
de
la
corona...
Toda
una
nueva
concepción
en
la
manera
de
revestirla
sale
de
sus
ma
nos,
y
la
Virgen
se
presenta
ahora
al
pueblo
con
una
nueva
dimensión. La Esperanza es Triana, la viva ima
gen del Barrio.
Seguimos charlando y surge la Capilla de los Marineros.
Yo
supe
por
mis
padres
como
después
de
que
la
Junta
Revolucionaria
en
1868
desposeyera
a
la
Hermandad
de
la
Capilla,
que
fue
comprada
por
Mr.
Welton,
un
inglés
casado
con
una
ca
tólica,
quedó
como
sede
protestante;
Aquella
Triana del Recuerdo