orillas,
y
todo
se
debió
al
zelo
de
D.
Antonio
Arboré,
Ventiquatro,
encargado
de
la
Ciudad
del
adorno
del
puente
y
D.
Joseph
Antonio
de
Mendoza.
Ministro
de
Marina,
que
por
razón
de
este
destino,
y
mas
todavía
por
su
amor
al
Rey
ordeno
y
dirigió
quanto
en
ob
sequio
de aquel practicaron las naves surtas en el rio.
(Del rio y Puente)
XXX-
Pero
lo
que
sobre
todo
embargo
los
ánimos
de
los
es
-
pectadores
y
los
dexo
sin
movimiento,
ni
reflexión
fue
la
bellísima
iluminación
de
este
mismo
rio.
Figúrese
el
sosegado
y
claro
Guadalquivir
en
una
noche
serena
y
baxo
un
cielo
estrellado
y
resplandeciente,
hermoseado
con
dos
filas
de
naves,
que
por
larguísimo
espacio
adornan
sin
moverse
sus
dos
opuestas
orillas
alternando
con
otras
en
el
medio
de
su
curso,
que
las
banderas
y
gallardetes
que
las
empavesan
y
las
aguas
mismas
sobre
que
nadara,
brillan
con
gala
y
encanto
extraordinario
por
los
faro
les
y
luces
que
reverbera
en
las
unas,
y
dan
vista
a
los
colores
de
las
otras,
y
que
rodeando
sus
contornos,
exten
diéndose
por
sus
cubiertas,
subiendo
por
sus
altos
arbo
les
y
pendientes
de
las
cuerdas
que
cruzan
por
ellas,
remejaban
exhalaciones,
no
ya
corriendo
con
estruendo
sino
fixas
en
la
región
del
ayre.
Júntese
a
esto
el
espectácu
lo
agradable
de
las
tones
del
inmediato
Barrio
de
Triana
y
las
casas
de
su
extendidisimo
puente
hacia
el
rio
ilu
-
minadas,
de
la
gran
fachada
del
soberbio
edificio
del
Real
Seminario
de
S.
Telmo,
iluminada
también
con
muchas
y
gruesas
hachas
de
cera,
del
parque
de
artillería
iluminado
asi
mismo
según
todas
las
reglas
militares,
y
con
otras
luces
que
añadió
el
zelo
de
sus
gefes,
y
sobre
todo
las
dieci
siete
mil
luces
del
famoso
Puente
de
Barcas
repartidas
en
dos
grandes
Coronas-Reales
sostenidas
de
Castillos
y
Leo
nes
que
adornaban
los
pilares
que
le
dan
entrada
por
la
parte
de
Sevilla,
cuyas
Madejas
y
Nodos
se
veian
sus
ocha
vas,
y
a
mas
en
otras
cien
coronas
de
luces,
distribuidas
por
todo
el
restante
espacio.
Añádese
a
esto
la
Orquesta
marcial,
colocada
por
mitad
en
los
dos
Triana del Recuerdo