Sevilla
tomó
la
firme
decisión
de
eliminar
de
su
casco
y
del
de
sus
arrabales
tan
peligrosa
industria
y
lo
consiguió
tras
un
laborioso
pleito
que
duró
13
años
y
en
el
que
se
barajaron
intereses,
simpatías
y
posturas
personales,
hasta
acabar
en
un
enconado
enfrentamiento
entre
dos
poderes
decisorios
de
su
época;
los
Concejos
de
Guerra
y
Justicia.
Por
encima
de
lodo
triunfó
la
razón,
y
la
acertada
decisión
del
poder
real
dio
fin
cumplido
al
deseo
de
la
Ciudad
de
trasladar
los
molinos
de
la
pólvora
a
un
lugar
más
alejado
de
ella,
imponiéndose
el
sentido
común,
sobre
el
porfiado
empeño
de
un
polvorista que defendía sus
particulares
intereses.
No
solo
es
interesante
la
exposición
de
la
actuación
e
historia
de
estos
molinos,
sino
también
el
hecho
de
desfilar
ante
nuestra
vista
u
na
zona
de
Triana,
que
por
supuesto
ha
cambiado
y
que
sólo
pertenece
al
pasado
.
Aquella
zona
que
ho
y
se
h
a
convertido
en
gran
parte
en
la
sofisticada
Barr
iada
de
los
Remedios,
corrió
pareja
no
só
lo
con
la
industria
de
la
pólvora
sino
también
con
el
movimiento
de
su
puerto
comercial
el
de
las
Mulas
,
con
su
puerto
marinero
-el
de
las
Muelas
-,
donde
a
través
de
los
siglos
se
consolidarían
unos
astilleros
que
darían
prestigio
y
gloria
al
Barrio
y
a
sus
hombres
-
y
con
el
i
n
olvidable
Puerto
de
Camaroneros,
donde
los
pescadores
de
esta
sa
brosa
esquila,
los
carpinteros
de
ribera
y
los
rederos
hicieron
su
historia.
Mal
se
puede
comparar
hoy
la
Plaza
de
Cuba
con
el
Puerto
de
las
Mulas,
o
el
de
las
Muelas
con
el
entorno
de
clubs
que
lo
ocupan
y
rodean.
Apenas
se
recuerda
ya
el
antiguo
cauce
del
rio
por
donde
salieron
las
naves
de
Magallanes
para
dar
la
vuelta
al
mundo,
y
como
sólo
volvió
la
nao
Sta.
Mª
de
la
Victoria
con
Juan
Sebastián
Elcano
para
dar
fe
de
aquella
gesta.
Tampoco
se
escuchan
ya
las
salvas
de
artillería
con
que
las
naves
saludaban
a
su
llegada
a
la
Virgen
de
los
Re
medios
del
Convento
de
este
nombre,
a
su
paso
por
las
Bandurrias,
tampoco
nada
recuerda
a
aquella
parte
del
antiguo
casco
que
desa
pareció,
a
sus
viejas
construcciones,
a
la
actividad
y
a
la
vida
que
allí
hubo.
Todo
desapareció;
se
fue
con
el
olvido
del
progreso
y
de
una
nueva
vida.
Sólo
allí
y
en
un
rincón, quedó el antiguo convento como mudo testigo de épocas pasadas.
Pero
aquella
industria
con
todos
sus
defectos
y
horrores,
nos
da
a
pesar
de
ello
la
visión
de
una
gente
heroica
que
trabajó
y
luchó
por
hacer
posible
una
de
las
múltiples
facetas
de
un
fabuloso
comercio,
que
hizo
poderosa
a
Sevilla
y
conocida
en
todo
el
orbe,
Sus
aspectos
desagradables
fueron
equilibrados
con
la
industria
hermana
de
la
Triana del Recuerdo