Para
recorrer
Triana
en
nuestro
paseo
he
mos
programado
nuestros
pasos,
al
estilo de las más nuevas técnicas de las agencias de viajes.
Como
en
nuestro
recorrido
no
podemos
ol
vidar
el
“volapié”,
hemos
tenido
que
programar
a
través
de
la
historia
viva
o
muerta,
de
la
mano
de
los
poetas
e
historiadores,
de
las
amarillen
tas
páginas
de
recuerdos
de
los
visitantes
ex
tranjeros,
para
que,
poco
o
nada,
se
nos
quede
en
el
libro
blanco
de
las
páginas
olvidadas.
He
-
mos
tenido
que
ordenar
para,
en
razón
de
la
his
toria,
archivar,
en
un
orden
anárquico,
los
más
diversos
sentimientos
de
una
Triana
que
se
va
resbalando
de
las
manos
y
diluyéndose de las retinas.
Bajando
por
los
escalones
que
salvan
el
desnivel
de
la
plaza
de
El
Altozano
llegaremos
a
la
calle
del
Betis,
que
antes
se
denominó:
calle
de
la
Orilla
del
Río
o
Vera
del
Rio.
Ya
estamos
aquí.
A
un
lado,
en
la
parte
izquierda,
el
puente.
Atrás,
el
Mercado
y
la
Capillita
del
Carmen.
A
la
derecha,
Triana
en
pleno:
calles,
plazas,
balco
nes
encendidos
de
cal
y
de
geranios,
monaste
rios
al
mínimo
de
su
grandeza,
torres
olvidadas,
palacios
perdidos,
huertas
irreconocibles,
edifi
cios
extraños.
Al
frente,
y
a
lo
largo
de
nuestro
paseo
matutino,
el
Betis
romano,
el
árabe
Gua
dalquivir,
dividiendo
sin
dividir Sevilla de Triana.
Larga
calle
de
historia
la
del
Betis.
Calle
lar
ga
de
fechas
históricas,
de
relieves
humanos, de hazañas mareantes.
Triana del Recuerdo