Río”
y
“Acera
del
Río”,
hasta
llegar
al
de
Betis,
nombre
que
se
le
puso
en
el
Cabildo
Municipal
de
8
de
Julio
de
1859
por
el
nombre
que
tuvo
el
rio
en
época
romana,
pero
refiriéndo
se
solo
el
primer
tramo,
mientras
que
el
segun
do
quedó
ignorado.
Tras
la
substancial
reforma
realizada
en
los
últimos
años
de
la
trasera
de
calle
Castilla
este
segundo
tramo,
salió
de
aquel
olvido
quedando
rotulado
como
Paseo
de
la
Vir
gen
de
la
O.
A
lo
largo
de
su
desarrollo
y
refiriéndose
fundamentalmente
a
su
primer
tramo
aparecen
lugares
característicos
que
condicionaron
su
formación
como
las
Bandurrias
y
los
Puertos
co
nocidos
documentalmente
por
lo
menos
desde
el
siglo
XV.
A
mediados
del
XVI
se
estableció
ha
cia
su
mitad
la
Cofradía
de
los
Mareantes
con
su
famosa
Universidad
y
Hospital
y
también
cerca
no
a
ella
el
Convento
del
Sancti
Spiriti
dedicado
a la hospitalidad de enfermos y a recoger y edu
car niños expósitos.
La
calle
alcanzó
su
cénit-durante
el
comer
cio
con
las
Indias
que
la
convirtió
en
la
más
im
portante
del
arrabal,
donde
abundaron
los
edifi
cios
notables,
las
hospederías,
casas
de
baño,
lagares
de
divertimiento
...
etc.
y
donde
se
acoja
a
los
componentes
de
las
flotas,
todo
ello
con
independencia
de
su
gran
actividad
indus
trial
y
comercial
concentrada
más
en
la
zona
de
los
puertos.
La
pérdida
del
aquel
comercio,
la
desaparición
de
la
Cofradía
de
Mareantes
y
las
frecuentes
crecidas
del
Guadalquivir
acabaron
por
arruinarla.
Fue
en
el
mes
de
junio
de
1787
cuando
se
dio
principio
a
la
construcción
de
un
gran
murallón
sobre
pilotaje
que
evitó
que
caye
sen
al
río
muchas
casas
de
su
orilla,
cuyo
ci
mientos
habían
sido
batidos
por
las
aguas
de
tal
modo,
que
en
algunos
parajes
apenas
si
podía
pasar
una
persona.
El
murallón
que
partía
desde
la
habitación
del
resguardo
del
puente
se
conti
nuó
en
años
sucesivos
hasta
la
calle
Duarte
construyéndose
en
su
longitud
dos
muelles
con
rampas
que
permitían
llegar
hasta
los
barcos,
las
bestias
que
transportaban
los
efectos
de
embarque
y
desembarque.
De
esta
forma
quedó
entre
el
río
y
las
casas
un
espacio
capaz
de
paso
para
tres
vehículos
pareados.
El
resto
de
la
calle
no
necesitó
de
esta
obra
de
defensa
por
encon
trarse
las
casas
más
alejadas
de
la
orilla.
En
la
gran
inundación
de
diciembre
de
1796,
padeció
considerablemente
el
murallón
que
se
abrió
en
diferentes
puntos,
hundiéndose en otros el te
rreno por lo que hubo de ser reparado.
Su
último
tramo
desde
la
calle
del
Puerto
Camaronero
(actual
calle
Gonzalo
Triana del Recuerdo