La
Pontificia,
Real
e
ilustre
Hermandad
y
Archicofradía
de
Nazarenos
del
Santísimo
Sacramento
y
de
la
Pura
y
Limpia
Concepción
de
la
Santísima
Virgen
María,
Santísimo
Cristo
de
las
Tres
Caídas,
Nuestra
Señora
de
la
Esperanza
y
San
Juan
Evangelista,
es
el
resultado
de
la
fusión
de
varias
hermandades
a
través
de
los
siglos.
La
historia
de
sus
orígenes
se
reduce
esencialmente
a
la
de
tres
de
ellas;
la
de
Ntra.
Sra.
de
la
Esperanza,
la
de
San
Juan
Evangelista
y
a
la
de
las
Tres
Caídas
de
Cristo,
todas
constituidas
en
nuestro Barrio de Triana.
La
advocación
de
la
Esperanza,
como
otras
en
las
que
se
contemplan
a
la
Virgen
María,
arranca
de
la
elabora
ción
del
pensamiento
litúrgico
alrededor
de
la
obra
del
Verbo
encarnado,
la
que
matizando
un
conocimiento
cada
vez
más
claro
de
la
grandeza
de
la
maternidad
de
María
prepara
los
comienzos
del
culto
litúrgico
hacia
su
imagen.
Se
sabe
que
las
primeras
señales
de
un
culto
público
dedicado
a
la
Virgen
aparecen
en
Oriente.
A
finales
del
siglo
IV
según
nos
dice
S.
Epifanio,
aquel
había
alcanzado
tal
profundidad
que
asumía
gran
variedad
de
formas
y
matices.
El
Santo
invoca
a
la
Virgen
con
los
títulos
más
afectuosos
y
honoríficos;
esperanza
de
todos
los
cristia
nos,
intermediaria
ante
Dios,
pacificadora
de
la
cólera
divina,
luz,
fuerza,
riqueza
y
gloria
de
quien
recurre
a
ella.
Esta
unánime
admiración
a
María
fue
precisamente
en
los
siglos
IV
y
V
el
más
sólido
bastión
contra
la
herejía
de
Nestorio
que
rechazaba
su
divina
maternidad
y
dio
un
fuerte
y
riguroso
impulso
al
desarrollo
del
culto
mariano.
Su
primera
consecuencia
fue
la
multiplicación
de
las
Iglesias
dedicadas
a
la
Virgen
María
y
con
ellas
se
potenció
también
en
el
uso
litúrgico
el
culto
a
sus
imágenes.
La
difusión
de
estas
no
alcanzó
en
Occidente
gran
popularidad,
pero
si
extendió
una
veneración
indiscutible
en
el
pueblo
llano
y
sencillo.
El
genio
eminentemente
intelectual
e
imaginativo
de
los
orientales
precedió
en
este
tema,
con
mucho
a
los
occidentales
y
así
vemos
como
aquellos
comienzan
bien
pronto
a
embellecer
sus
libros
litúrgicos
con
oraciones
propias
y
diversos
formularios
en
honor a María.
Un
estado
posterior
en
el
discurrir
del
culto
mariano
aparece
hacia
el
año
1000
Triana del Recuerdo