de
esta
Triana
que,
aun
siendo
interior,
ha
bía
adquirido
gran
fama
y
tradición
marinera,
re
caba
hombres
que
junto
a
él
se
aventurasen
a
una
de
las
más
insólitas
expediciones
náuticas.
Dejemos
que
el
escritor
Constantino
Bayle,
en
uno
de
los
maravillosos
relatos
de
su
libro
“Santa
María
de
Indias”,
nos
ofrezca
con
su
pro
sa
la
tarde
de
la
partida
del
navegante portu
gués Fernando de Magallanes:
“...A
principios
de
agosto
de
1519,
una
tar
de
bochornosa,
apenas
oreada
por
la
brisa
can
dente
que
subía
Guadalquivir
arriba,
un
grupo
de
mareantes
y
oficiales
reales
conducían
des
de
la
ribera
del
río
a
la
vecina
iglesia
de
Nuestra
Señora
de
la
Victoria,
sita en Triana, un lujoso estandarte real de rojo carmesí. Amarradas al
El
Betis
ha
sido
siempre
el
río
más
cantado
del
mundo,
nunca
han
faltado
razones
para
esta
afirmación
tan
rotunda.
No
han
faltado
las
razo
nes
porque
en
la
trayectoria
histórica
de
siglos
y
siglos,
siempre
ha
sonado
como
primer
baluarte
y
principal
gestor
este río, que ha venido a me
nos, a casi nada, en los últimos años de su exis
tencia.
Es
muy
probable,
casi
puede
darse
por
con
firmado,
que
la
más
antigua
de
las
civilizaciones
ibéricas,
la
tartesa,
tuviera
su
sitio
y
lugar
en
las
orillas
que
se
formaban
del brazo de mar que lle
gaba hasta Sevilla.
Por
este
río
se
da
la
entrada
a
un
marinero
fenicio
llamado
Melkart,
que
a
la
postre
sería
el
fundador
de
la
ciudad
y
el
primero
que
crease
un
lazo
comercial
con
las
distintas
civilizaciones
del
globo.
Podemos
decir,
por
tanto,
que
la
con
quista
o
más
propiamente
dicho,
la
fundación
de
Sevilla,
se
hizo
posible
por
este
marinero
fe
nicio,
Hércules, gracias a la mano alargada de este río.
Por
aquí
entran
los
grandes
innovadores
de
la
navegación:
los
cartagineses
y
en
la
época
ro
mana,
el
río
es
el
principal
promotor
del
floreci
miento
de
Sevilla,
desde
Triana del Recuerdo