en
la
Sierra
de
Cazorla,
provincia
de
Jaén,
bañando,
entre
otros
pue
blos,
Andújar;
atraviesa
Córdoba
y
pasa
por
los
más
feos
alrededores
de
Sevilla,
dejando
a
la
iz
-
quierda
de
esta
ciudad
una
alberca
-Mar
Negro
hispalense-
irresistible
al
olfato
del
peregrino.
Fuera
del
marco
urbano,
el
Guadalquivir
vuelve
a
correr
como
un
jinete
buscando
la
sal
de
Sanlúcar
y
las
caricias
del
mar
y
cantando
una
ele
gía
entre
sus
aguas porque Sevilla -sin saber hasta cuando- ha reñido con el impulso de su co
rriente.
Estamos
asistiendo
a
un
acto
solemne
de
tristeza
incomparable:
el
tremendo
despojo
que
se
le
ha
hecho
a
esta
ciudad
de
rancia
historia.
No
asistimos
mudos,
ni
tratamos
de
defender
una
cuestión
de
tipo
local
solamente,
sino
alzar
la
voz
por
un
factor -el Guadalquivir- que tanta resonancia tiene en la cultura del mundo.
Leamos
parte
de
lo
que
la
insigne
escritora
cubana,
Gertrudis
Gómez
de
Avellaneda, dijo re
firiéndose a Sevilla:
Puerto
de
las
Muelas
estaban
las
cinco
naos
atrevidas.
El
hidalgo
era
Magallanes,
y
el
blanco
de
la
jornada,
buscar
por
mares
ignotos
cami
no
a
la
especiería;
para
lo
cual
era
preciso
hallar
portillo
en
la
gran
barrera
del
continente
ameri
cano,
y
correr,
Dios
sabía
cuánto y por dónde, Pacífico adelante.
...Por
eso,
a
los
pies
de
Nuestra
Señora
de
la
Vic
toria,
templaban
sus
bríos,
poniendo
bajo su amparo sus intentos y sus personas.
...El
diez
de
agosto
las
cinco
naos
soltaron
ama
rras
y
gallardas
y
ligeras,
se
deslizaron
río aba
jo”.
Sin
lugar
a
dudas
esta
sería
la
más
impor
tante
de
cuantas
hazañas
náuticas
tuvieran
lu
gar
en
esta
orilla
del
Betis,
río
que
hizo
exclamar
al
insigne
poeta
sevillano
Fernando
de
los
Ríos,
enamorado
de
Triana
hasta
el
tuétano
mismo
de
su
gracia,
en
sus continuas tardes de paseo por esta orilla:
SIN
ELTIBER
JAMAS
SE
SOÑO
A
ROMA,
NI
A
PARIS
SE
CONCIBE
SIN
EL
Triana del Recuerdo