nuevas
generaciones,
porque
es
a
ellas
a
quienes
les
toca
perpetuar
la
identidad
de
Triana.
Por
ello
es
necesario
restituir
ese
pasado
o
parte
de
él
para
que
sepan
con
certeza,
quienes
son,
como
son
y
a
donde
pueden
llegar.
Es
una
trampa
mortal
pedir
a
esta
juventud
que
nos
sigue,
que
conserve
unas
tradiciones
y
unos
valores
que
no
conocen
y
que
no
han
vivido,
porque
un
desbordado
progreso
y
un
brusco
cambio
de
costumbres borraron de golpe formas fundamentales de convivencia.
Pero
antes
de
remitirnos
a
aquel
barrio
pasado,
es
necesario
hacer
algunas
con
-
sideraciones
sobre
los
viejos
condicionantes
que
a
través
de
la
Historia
habían
dado
lugar,
a
que
Triana
se
presentara
como
un
barrio
singular
y
característico,
y
también
insistir
sobre
las
causas
que
le
han
llevado
en
estos
últimos
años
a
perder
o
a
olvidar
buena parte de sus valores.
Si
yo
le
contara
a
esa
juventud,
que
siendo
yo
niño,
cuando
se
hablaba
de
Tria
na,
o
se
decía
que
se
era
trianero,
lo
miraban
a
uno
como
si
perteneciera
a
la
maña,
no
me
creerían.
Pues,
así
era.
Todavía
aún
en
aquella
época,
los
trianeros
dentro
del
núcleo
de
Sevilla
se
sabían
aparte,
como
también
lo
supieron
nuestros
padres
y
abuelos
y
todos
nuestros
antepasados.
Evidentemente
era
un
barrio
difícil
y
con
flictivo,
pero
al
lado
de
sus
grandes
defectos
aparecieron
en
contraposición
grandes
virtudes
que
sus
vecinos
habían
sabido
acumular
durante
siglos.
Pero,
la
proyección
que
daba
aquella
comunidad
de
trabajadores
y
jornaleros
era
la
de
siempre;
la
de
un
arrabal.
Por
ello
no
hace
mucho,
no
me
asombró
oír
decir
a
una
señora
muy
anciana
y
amiga
de
mi
familia
que ella no conocía Triana, porque sus padres jamás la dejaron venir aquí.
Yo
quiero
recordar
las
traídas
y
llevadas
palabras
del
Padre
Flores
en
su
España
Sagrada.
«El que un río corra por medio de un pueblo no basta para decir que son dos...»
Pero
en
el
caso
de
Triana
sí
bastó,
porque
fue
precisamente
el
río,
ese
río
tan
querido
y
tan
odiado,
el
que
con
su
raya
divisoria
engendró
dos
hijas
distintas
de
una
misma
madre.
Ese
río
que
tuvo
poder
para
crear,
pero
que
también
tuvo
poder
para
diferenciar;
y
a
un
lado
quedó
Sevilla
y
al
otro
Triana;
y
eran
dos
poblaciones
distintas.
Y
fue
precisamente
esta
diferencia
y
su
permanencia
durante
siglos
la
que
obligó
al
trianero
a
buscar
sus
propios
modelos
de
vida
para
poder
sobrevivir.
El
calificativo
de
que
a
veces
se
hizo
uso
de
«Triana
Guarda
y
Collación
de
Sevilla»
no
sirvió
más
que
Triana del Recuerdo