para
satisfacer
la
vanidad
de
unos
cuantos,
porque
los
trianeros
sabían
a
ciencia
cierta
que vivían en un arrabal y que así eran considerados.
Triana
se
sabía
un
suburbio
y
también
sabía
que
lo
que
no
pudo
conseguir
el
puente
de
barcas,
ni
la
tan
orgullosa
Cofradía
de
los
Mareantes
—aquellos
descen
-
dientes
ilustres
del
Rey
D.
Alfonso—
ni
el
puente
nuevo
de
hierro,
ni
la
demolición
de
las murallas de la ciudad mal lo podían conseguir aquel puñado de hombres humildes.
Pero
a
pesar
de
todo
y
por
encima
de
todo
aquel
solar
que
fue
la
antesala
de
todos
los
pueblos
del
Aljarafe,
del
Condado
y
los
Algarves,
de
los
montañeses
y
de
tantos
pueblos
de
España,
en
su
peregrinar
a
la
Gran
Ciudad,
que
recibió
en
su
puer
to
y
acogió
en
sus
casas
a
todos
los
pueblos
del
mundo
en
la
Sevilla
del
Imperio,
la
que
trabajó
para
hacer
posible
el
descubrimiento
de
América
y
el
Comercio
con
las
Indias,
la
que
diezmada
por
las
epidemias
y
las
riadas,
por
las
explosiones
de
los
molinos
de
la
pólvora,
por
las
guerras
y
el
hambre,
que
se
levantó
una
y
cien
veces
más
para
seguir
viviendo
y
supo
crear
un
bloque
humano
maravilloso
y
un
«hábitat»
modelo
que
hoy nos queda como ejemplo, sigue latiendo en el corazón de los trianeros.
Por
fin
ya
no
es
un
arrabal
de
Sevilla;
ya
está
unida
con
ella
y
algunas
de
sus
nuevas barriadas hacen gala de ser las de más categoría de la ciudad.
La
vida
moderna,
los
coches,
la
televisión,
los
electrodomésticos,
los
nuevos
pi
-
sos...
están
tan
lejos
de
los
corrales
y
casas
de
vecindad,
de
los
grandes
lebrillos
de
barro
para
lavar
la
ropa,
de
los
servicios
comunes
y
de
tantas
y
tantas
cosas,
que
no
me
extraña
nada
que
el
trianero
haya
cambiado
de
mentalidad
o
desconozca
sus
propios valores.
El
pequeño
pañuelo
enrollado
junto
al
río
que
era
Triana,
se
ha
desplegado
cu
-
briendo
casi
toda
la
Vega,
y
al
Barrio
Viejo
le
queda
ya
sólo
un
ligero
soplo
de
vida.
Sus
casas
arruinadas
por
la
especulación
del
suelo
y
el
brusco
cambio
lo
van
trans
-
formando
tan
de
prisa
que
se
siente
el
temor
de
hablar
de
algo
que
hoy
existe
y
ma
-
ñana
no.
Van
quedando
sus
viejas
casas
salteadas
entre
las
nuevas
edificaciones
y
sólo
algunas
calles
conservan
parte
de
su
carácter.
En
un
escaso
periodo
de
apenas
veinte
años
se
ha
transformado
su
fisonomía.
El
campo
de
Los
Remedios
y
el
de
la
Victoria,
los
que
fueron
media
historia
de
Triana
albergan
una
masa
anodina
de
edificaciones,
y
el
que
fue
singular
convento
ha
quedado
allí
arrinconado
como
un
Triana del Recuerdo