puerta, era ahora sólo un montón de metal fundido. La Hermandad de la O, había
visto maltratar a sus imágenes que fueron sacadas a la calle y arrastradas por el
adoquinado.
LA SITUACION
Las cosas así, la situación se fue calmando y mi madre creída de que todo había
pasado, nos cogió una mañana de la mano y tomamos el camino del colegio.
Pasamos
por
la
Plazuela
para
salir
a
la
Caba
de
los
Gitanos
por
la
calle
Cisne.
Al
salir
de
esta
última
nos
sorprendió
ver
de
repente,
frente
al
Corral
de
la
Encarnación,
bultos
tirados
en
el
suelo
cubiertos
con
ensangrentadas
sábanas.
Se
trataba
de
dos
personas
que
habían
fusilado
aquella
noche
en
plena
calle.
Mi
madre
dio
la
vuelta
y
precipitadamente
volvimos
a
casa.
Habían
comenzado
las
represalias
de
los
ganadores.
Así
prosiguieron
aquellos
sucesos
y
no
era
extraño
el
saber
cada
día
que
pasaba
de
detenciones
y
fusilamientos.
A
veces
llega
un
camión
a
la
puerta
de
algún
corral
o
casa
de
vecindad
y
se
llevaban
detenidos
a
todos los hombres. Unos volvieron y otros no.
Una mañana, cercano el mediodía un camión del Ejército cargado de soldados
se detuvo frente a mi calle. En pocos momentos ambas entradas quedaron acordo-
nados por la tropa, que procedió al registro de todas las cosas y en especial al local
del centro comunista situado en la accesoria de la casa de Joaquín Noé. El piso de
mis vecinos de abajo fue objeto de especial atención dado que uno de la familia era
uno de los principales dirigentes de las izquierdas en Triana. Los cajones de los
muebles y los enseres salían por los balcones para caer en plena calle, mientras
algo parecido ocurría en el centro comunista. Un oficial, pistola en mano subió a mi
casa y pidió permiso para efectuar su registro, cosa a la que mi madre accedió
inmediatamente, pero suplicándole a la par que por favor apartara el arma de ella.
Era
la
primera
vez
que
yo
veía
a
un
militar
con
una
sola
estrella,
un
alférez;
luego
me
enteré
del
nombre.
Era
muy
joven,
apenas
un
muchacho
y
se
comportó
con
toda
corrección
y
amabilidad.
Mientras
tanto
había
colocado
una
ametralladora
frente
al
local
comunista
y
con
su
fuego
barrieron
muebles
y
libros
durante
un
buen
rato. Terminados los registros y el destrozo del local se marcharon llevándose
Triana del Recuerdo